Bajando en el coche de Santicos por el Puerto de la Cadena se podía ver esta noche un espectáculo único: el de los fuegos artificiales que eran lanzados desde diversos puntos de Murcia, los barrios y pedanías de la capital, además de otros municipios cercanos. El árbitro acababa de pitar el final del encuentro y en ese tramo de la autovía se abría ante los ojos el valle, con las luces urbanas cobijadas como en un nido de la tierra, fogonazos de colores y pólvora creaban un mágico ambiente sobre el cielo de Murcia. Como el resto del país, los murcianos están celebrando desde hace casi una hora la victoria española en la Eurocopa 2008 de fútbol. Todos esos fuegos artificiales que estallaban en el mismo cielo, lanzados sin concierto, han precedido a la salida de la gente hacia la plaza circular de la Redonda. Éste está siendo el lugar de encuentro para que Murcia celebre los éxitos de España en esta competición.
Sin embargo, si la autovía era un sitio tranquilo en esos momentos de la noche, al llegar a las carreteras de la ciudad la situación podía incluso dar miedo. De los que, tras el partido, han cogido sus coches y han salido al asfalto a dar bocinazos y a hacer hondear la bandera española con medio cuerpo sacado por la ventanilla lateral, algunos conducía sino ya de forma imprudente, con actitud temeraria. Se saltaron semáforos, aceleraron en vías de 50 ó 20 kilómetros por hora –circulando a 80 km/h–, y consiguieron proporcionar un sabor amargo al dulzor de la victoria. Hasta que Santicos no aparcó su vehículo y ya le sabía en casa, no volvías a serenarte y a comprender lo grande de la gesta que nuestros futbolistas han llevado a cabo en el día de hoy. Por un momento, esos energúmenos que no saben controlar sus reacciones ni festejar de manera cívica un acontecimiento como este casi habían conseguido ensombrecerlo.
Guille.
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