Si Dios decidiese coger la pluma, escribiría como Gabriel García Márquez. Esta semana he terminado de releer Cien años de soledad, en la nueva edición de las Academias de la Lengua Española. Volver a la historia que leí hace años , ahora que soy capaz de comprender mejor que entonces la riqueza en todos los sentidos que posee este libro, me ha devuelto a la fascinación por la lectura y por la aventura del lenguaje y de la imaginación que sólo determinados libros (Don Quijote, Tristram Shandy, Moby Dick...) son capaces de crear en los lectores. Porque Cien años de soledad es, además de una obra de arte emblemática del siglo XX y de la lengua española, un cuento abierto a todo el mundo, que hechiza y no decae en su narración. García Márquez, escribiendo a máquina solamente con dos dedos, y utilizando las 28 letras del alfabeto, nos dio una portentosa metáfora cuyos significados siempre serán inagotables y diviersos, renovados con la lectura de cada lector particular, y que nos explica un continente (América Latina), una época, unos hombres y mujeres --incluso la entera estirpe humana--, como ninguna otra explicación histórica, sociológica o literaria ha podido hacer.
sábado, 28 de abril de 2007
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