El viento perdido

Mi otro regalo de Reyes de este año, además de la edición especial en DVD de Pesadilla antes de Navidad, fue el último libro publicado de Ana María Matute. Se titula Paraíso inhabitado, y narra la historia de Adriana, una mujer que cuenta su solitaria infancia con un poder de evocación maravilloso. “Nací cuando mis padres ya no se querían”, es la primera línea del libro. Y, a continuación, Adriana --o Adri, como los más allegados llaman a la protagonista--, cuenta el instante mágico en que vio al unicornio bordado en un tapiz echar a correr y escuchó cómo hollaba con sus pezuñas la hojarasca de un suelo nemoroso. El mundo de la particular niñez de esta pequeña es como un espejo en el que el lector recupera y restaura sus propios recuerdos de los años de infancia. Es imposible no leer esta novela (largamente esperada y escrita con primor por esta gran dama de las letras españolas) sin que te embargue un honda y sana melancolía del tiempo transcurrido desde que éramos nosotros los protagonistas de aventuras iniciáticas y descubrimientos que marcarían el rumbo de nuestras vidas. Además, abunda en algo que dijo Juan Marsé, y que desde que lo leí tengo siempre presente: “Detrás del supuesto huracán de intenciones de una novela suele silbar el viento perdido de la infancia común y corriente, sólo eso”. Sí, el niño es el padre del hombre, y también de la Literatura. El viento perdido de mi infancia se ha levantado de nuevo estos días revivido por las páginas de esta obra maravillosa.