lunes, 28 de enero de 2008

CRÍTICA DE CINE: "EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL CÓLERA"

"En adelanto van estos lugares: ya tienen su diosa coronada." Sí, allí donde se rinde precoz culto al amor, puede decirse que están aventajados. Gabriel García Márquez puso esta cita de Leandro Díaz a la puerta de la historia de sus dos longevos amantes, Florentino Ariza y Fermina Daza. El motivo de la "diosa coronada", símbolo de la pasión que mueve a los hombres a las acciones más extraordinarias e irracionales, nos remonta en El amor en los tiempos del cólera a las narraciones fundacionales del arte de contar; es decir, a aquellos relatos que nacían con aliento de eternidad, y que reunían los ingredientes de los que están hechos todas las historias que perduran y que han acompañado desde su origen al ser humano: el amor, la esperanza, el miedo, la incertidumbre, la ambición, la fragilidad, los sueños, etcétera.

En este caso, García Márquez escribió un libro que, como ya ocurrió antes con Cien años de soledad, echaba raíces en la tradición de los prodigiosos narradores orales, para que esta novela quedara en la memoria del lector como una suerte de cuento que podría pasar perfectamente de boca en boca sin la necesidad del soporte de papel. Su arte fue lograr que el amor de Florentino Ariza y Fermina Daza permaneciese igual que un eco mágico entre nuestros recuerdos. Tal es lo que consiguen las obras maestras.

La reciente película dirigida por Mike Newell, que fuimos a ver ayer Cardiux, S. y yo --y que todavía tiene pendiente Dardo--, resulta un traslado insuficiente a imágenes de las páginas de García Márquez. Algo normal, por otro lado, teniendo en cuenta que el realizador se enfrentaba con una cumbre literaria de una riqueza textual intimidatoria para cualquier adaptador cinematográfico. Pero la película tenía otros defectos que no se podían achacar a esto mismo. Por ejemplo, eché en falta que ciertos actores como Giovanna Mezzogiorno o John Leguizamo (al que, preferiblemente, quitaría del reparto) hubiesen trabajado mejor su papel, sobre todo cuando sus personajes llegan a edad anciana y continúan con la misma agilidad que en su rosada juventud.

Otro elemento que sobra de la película es Shakira. Llega a estropear la emoción de ciertos momentos de la historia con sus dos intervenciones musicales. Supongo que la incluyeron por la bobada de que podía ser, como ha sido, candidata al Oscar en la categoría de Mejor Canción. O sea, por el hecho de intentar pescar un premio de estos.

En ciertos instantes el hilo de la narración decae un poco, y la película podría haber sido algo más fluida, para que no ocurriera que hubiese veces en que casi nos olvidáramos de que existía Florentino Ariza o, por otra parte, Fermina Daza. Lo chocante es que al final, la resolución es tan abrupta que el espectador se queda con la sensación de que unos minutos más habrían contribuido a un desenlace más emotivo.

Sin embargo, la película tiene sus virtudes, sobre todo en su tramo inicial, con la estampa de los dos jóvenes amantes, interpretados por Unax Ugalde y Mezzogiorno, la parte en la que el público más vibra y más conecta con lo que le están contando. Además, los actores secundarios, exceptuando a Benjamin Bratt, hacen un buen papel. Y la escena y el vestuario están de lo más cuidados, mérito que tienen las producciones de Hollywood.

La película, así, resulta en general entretenida y con escenas que consiguen emocionar. Esta historia de pasión en los tiempos de la epidemia de cólera en Cartagena de Indias no se le olvida con facilidad al espectador, que, con suerte, tendrá ganas de leer el libro de García Márquez y de confirmar lo dicho: rendirse al amor y entronizar su divinidad es adelantarse al resto de los mortales. Por eso, espero que todos tengáis ya a vuestra "diosa coronada".

Invenire

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