lunes, 27 de abril de 2009

La infancia común y corriente

‘Paraíso inhabitado’, Ana María Matute (396 páginas / 21€)

Guillermo García Valera | LA VERDAD

Sábado, 25 de Abril de 2009

1198660 En Argel, los hombres del desierto cuentan que, al anochecer, el sol desciende sobre las dunas, declina en el horizonte y se oculta de forma abrupta, en un instante repentino. Ana María Matute piensa que el fenómeno es una metáfora del fin de la infancia, que acaba con mayor premura de la admitida. Un acontecimiento suele marcar el paso a otra edad, y a otro mundo: el de los Gigantes. Es el caso de Adriana, Adri, una niña barcelonesa que nació en el primer tercio del siglo XX, cuando sus padres «ya no se querían». También, de la Adriana escritora que evoca su niñez desde una senectud de vitalidad desbordante.

El lector intuye que Matute ha prestado a Adriana algunas de sus preciosas vivencias infantiles al confeccionar los mimbres del relato. Que ha engastado ciertas experiencias como secretas joyas en la armazón biográfica de la niña, no exenta de circunstancias difíciles. Adriana no pertenece al mundo de sus seres cercanos. La pequeña permanece alejada de la mayoría de los miembros de su familia por una barrera invisible, que la hace distinta. Se trata de una diferencia que la lleva a preferir el alivio de la soledad para que los Gigantes no la importunen.

Únicamente su tía Eduarda tiene un entendimiento tácito y una mirada comprensiva hacia los rasgos de la niña que resultan desconcertantes a su entorno inmediato. Como si los identificara y conociera bien.

Todo se ilumina para Adriana cuando entran en escena Gavrila, su perro Zar y Teo, que cuida de los primeros. Ellos concitarán su posterior felicidad. Sobre todo Gavi, un adolescente al que revela cosas que nunca había contado a nadie. Él es su primer amor. (Porque, como defiende Matute, «los niños también se enamoran».) Con él llega el crepúsculo fugaz de su niñez.

Juan Marsé escribió que «detrás del supuesto huracán de intenciones de una novela suele silbar el viento perdido de la infancia común y corriente, sólo eso». Paraíso inhabitado es una buena y emocionante demostración de ello. Las páginas de esta novela están agitadas por ese viento desorientado que discurre transversal y que, junto a su lenguaje contenido, crea en el lector la nostalgia de su propia edad de la inocencia.

‘Ababol’

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